No es ajeno al discernimiento cristiano cualquier acontecimiento en la vida de la Iglesia. Y en esa línea V Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Valencia el pasado mes de julio de este Año del Señor 2006, como se ha mostrado a lo largo de las ponencias, conferencias del Congreso de las familias, tiene una muy importante aportación para el discernimiento de lo que es la familia en el Plan Salvífico de Dios. En este mundo nada es casual. Todo responde a los designios eternos de Dios Padre respecto al ser humano. Respecto a la realidad de la vida familiar también están contemplados en este Plan Salvífico.
En el V Encuentro Mundial de las Familias la Iglesia ha querido dar el mensaje de lo que ella entiende y defiende como familia y su papel y función social, basándose en la larga tradición bíblica y en la tradición eclesial.
Así el Papa Benedicto XVI, destacaba en su homilía en la multitudinaria misa conclusiva del Encuentro el pasado 9 de julio proclamando"...La familia cristiana —padre, madre e hijos— está llamada, pues, a cumplir los objetivos señalados no como algo impuesto desde fuera, sino como un don de la gracia del sacramento del matrimonio infundida en los esposos. Si éstos permanecen abiertos al Espíritu y piden su ayuda, él no dejará de comunicarles el amor de Dios Padre manifestado y encarnado en Cristo. La presencia del Espíritu ayudará a los esposos a no perder de vista la fuente y medida de su amor y entrega, y a colaborar con él para reflejarlo y encarnarlo en todas las dimensiones de su vida... Éste es el mensaje de esperanza que desde Valencia quiero lanzar a todas las familias del mundo..."
Y concluía: "...En el origen de todo hombre y, por tanto, en toda paternidad y maternidad humana está presente Dios Creador. Por eso los esposos deben acoger al niño que les nace como hijo no sólo suyo, sino también de Dios, que lo ama por sí mismo y lo llama a la filiación divina. Más aún: toda generación, toda paternidad y maternidad, toda familia tiene su principio en Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo..." (Homilía conclusiva).
Nuestro tiempo es oscuro, turbado, con vacío de fidelidades, sin esperanza estables, sin amor, perezoso, tibio y triste, «como separado de su Creador y Señor».
La percepción del mundo en qué vivimos, «no lo saben ni lo sabrán jamás quienes huyen del mundo, y menos aún quienes se conforman según él» (J.B. Metz-T. Rainer). Posiblemente ahora nos estemos dando cuenta de que muchos cristianos hemos descubierto el mundo «tarde y mal» y pasamos precipitadamente de la «fuga mundi» a la «fascinatio mundi». Esta precipitación no discernida -posiblemente no se podía hacer todo al mismo tiempo- nos ha hecho personas muy conformadas con la realidad presente y sin posibilidad de percibir el tiempo desolado y frío. Y esto llega a la realidad familiar.
Personas y comunidades sin capacidad de resistirse a este mundo en el que se ha enfriado el amor («Al crecer la maldad [anomía] se enfriará el amor en la mayoría, pero el que resista hasta el final se salvará»: Mt 24,12-13). Un mundo en el que malvivimos sin pasión y sin amor y ante el cual resistirse no merece la pena, porque ya no puede ser den otra manera («El que esto pueda ser de otra manera» es ya cuestión de celebrarlo en cumpleaños de épocas en que parecía posible).
Nuestra vida religiosa la vivimos a veces de una forma esquizofrenica: queremos agradar a Dios, pero sin que Dios moleste nuestros intereses mundanos, así nuestros valores y nuestra vida están separados de nuestra fe.
De forma enfermiza queremos ser hombres, según el mundo y ángeles según Dios. Esto es imposible, ya que somos criaturas, ni ángeles ni demonios.
Para un adecuado discernimiento la siguiente pregunta es urgente e ineludible: ¿Nos dice algo el Espíritu en estos tiempos?
Llegados aquí, la pregunta que debemos hacernos es ¿Qué es el discernimiento espiritual?.
El discernimiento es la capacidad interior de percibir en dónde obra el Espíritu Santo, el espíritu evangélico, el Espíritu de Cristo: en las situaciones, en las decisiones, en los acontecimientos, en los problemas. Y de percibir, también, en dónde obra el espíritu de Satanás, el espíritu de la mentira, el espíritu del engaño, el espíritu de amargura, el espíritu de confusión. El discernimiento, cuando nos es dado por medio de una sensibilidad espiritual, casi instintiva y permanente, se llama don del discernimiento de los espíritus por el cual San Pablo ora para que les sea dado a los suyos, y es indispensable para los que tengan responsabilidades.
Desde la Fe y con la ayuda de Dios la vida familiar según el Plan de Dios es posible.
La familia, según el Plan de Dios - constituida inicialmente por un hombre y una mujer- como "cédula de la sociedad". Igual que los tejidos biológicos están conformados por células dando origen a la complejidad que suponen los seres vivos con sus diversos órganos, músculos, huesos. O bien hojas raíces, etc., el complejo tejido social está sostenido por las familias y en nuestro caso nos referimos a familias cristianas.
Como decíamos antes en este mundo nada es casual; todo responde a los designios eternos de Dios Padre. Respecto a la realidad de la vida familiar este plan viene ya anunciado al comienzo de los tiempos, por las palabras del libro del Génesis, cuando el Creador-Elohim encuentra en el hombre - varón y mujer -, al aparecer «ante El», un bien digno de complacencia: «Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho» (Gén 1, 31).
El ser humano, varón y mujer, desde el «principio» es hecho partícipe de este don sobrenatural. Lo que a lo largo de los siglos se conocerá como institución del matrimonio, según las palabras del Génesis 2, 24, expresa no sólo el comienzo de la fundamental comunidad humana que, mediante la fuerza «procreadora» que le es propia («procread y multiplicaos»: Gén 1, 28) sirve para continuar la obra de la creación, pero, al mismo tiempo, expresa la iniciativa salvífica del Creador que corresponde a la elección eterna del hombre, de la que habla también nos habla la Carta a los Efesios. Esa iniciativa salvífica proviene de Dios Creador y su eficacia sobrenatural se identifica con el acto mismo de la creación del hombre en el estado de la inocencia originaria.
Sin embargo, es sabido que la heredad de la gracia fue rechazada por el corazón humano en el momento de la ruptura de la primera alianza con el Creador. Sin embargo el matrimonio jamás dejo de ser la figura de aquel sacramento, del que habla la Carta a los Efesios (Ef 5, 22-33) y al que el autor de la misma Carta no vacila en definir «gran misterio». ¿Acaso no podemos deducir que el matrimonio quedó como plataforma de la realización de los eternos designios de Dios según los cuales el sacramento de la creación había acercado a los hombres y los había preparado al sacramento de la redención, introduciéndoles en la dimensión de la obra de la salvación?.
El Papa Benedicto XVI, en su primera Encíclica « Deus caritas est » propone una revisión positiva del amor en sus múltiples manifestaciones, incluyendo -como corresponde a la sana tradición bíblica y eclesial- la plena valoración de la vida familiar:: " El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros. ?" ( Primera parte, nº 1.).
El Papa hablando de las distintas acepciones de la palabra amor señala "...en toda esta multiplicidad de significados destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor. Se plantea, entonces, la pregunta: todas estas formas de amor ¿se unifican al final, de algún modo, a pesar de la diversidad de sus manifestaciones, siendo en último término uno solo, o se trata más bien de una misma palabra que utilizamos para indicar realidades totalmente diferentes?" ( Primera parte, nº 2.).
" ...que entre el amor y lo divino existe una cierta relación: el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni « envenenarlo », sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza". ( Primera parte, nº 5.).
Toda esta valoración de la vida familiar ha resonado desde Valencia a todo el mundo en este V encuentro mundial de la Familia. Es un don inestimable que el Señor nos ha concedido, por ello debemos estar agradecidos y desde esa actitud de agradecimiento darlo a conocer con palabras y especialmente con hechos testimoniales.
En estas Fiestas, en que hay tiempo de encuentro familiar, todos estamos invitados a compartir, disfrutar y orar por nuestras familias.
Que mejor forma que mantener la hermosa oración del V Encuentro mundial de la Familia, con alguna modificación, ya que lo que era preparación es ya realidad :
OH, Dios, que en la Sagrada Familia nos dejaste un modelo perfecto de vida familiar vivida en la fe y la obediencia a tu voluntad.
Te damos gracias por nuestra familia. Concédenos la fuerza para permanecer unidos en el amor, la generosidad y la alegría de vivir juntos.
Te pedimos, Señor, que los frutos del encuentro mundial de las familias sean abundantes en nuestras familias.
Ayúdanos en nuestra misión de transmitir la fe que recibimos de nuestros padres.
Abre el corazón de nuestros hijos para que crezca en ellos la semilla de la fe que recibieron en el bautismo.
Fortalece la fe de nuestros jóvenes, para que crezcan en el conocimiento de Jesús. Aumenta el amor y la fidelidad en todos los matrimonios, especialmente aquellos que pasan por momentos de sufrimiento o dificultad.
Derrama tu gracia y tu bendición sobre todas las familias del mundo, especialmente aquéllas que participaron en el encuentro mundial de las familias en Valencia. Bendice también a nuestro Papa Benedicto .
Dale sabiduría y fortaleza, despues de haberlo recibido en Valencia junto con las familias de todo el mundo.
Unidos a José y María, te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, Nuestro Señor. Amén.
Que el Amor de Dios y su Bendición nos mantengan unidos para mayor gloria suya y bien de la Iglesia, la familia de los hijos de Dios.
Valencia Julio del Año del Señor 2006